Pero como no tengo tiempo de escribir específicamente para este espacio, publicaré mi ensayo. Sí, soy tan descarada que entregué esto como tarea para la universidad. Tómense la libertad de ignorar lo próximo.
Me gusta leer, a pesar de ello,
leo muy poco. Me excuso diciendo que no tengo tiempo, pero sí lo tengo, lo que
pasa es que suelo desperdiciarlo, como dice mi mami “el tiempo perdido hasta
los santos lo lloran”. Sucede que
sujetándome de mi frase vacía; “me gusta leer”, en cuanto supe de la Feria del
Libro decidí que iría.
Seleccioné el 22 de julio para ir
a FILGUA, ya que ese mismo día asistiría a una actividad de animé en el parque
de la Industria, donde precisamente, también se encuentra la sede de la Feria. A eso de las 12:30 me dirigí al
salón 6. Al pasar por la taquilla me entregaron un periódico con información
acerca de las actividades previstas del jueves 19 al domingo 29 de julio. En la
última página se encuentra el esquema, el cual es de gran ayuda para la
ubicación de los stand.
Los primeros stand a los que me
acerqué fueron los de la Distribuidora de Libros Modernos. Dado que iba con dos amigos, cada uno con su
respectiva pareja, me sentía sobrante en el grupo. Así que decidí buscar el
libro; “El diablo de los números”, que tuve el gusto de conocer en mi clase de
Elaboración de Textos. Mi verdadera intención era disimular el hecho de que no
contaba con el efectivo para comprarme algún libro y sabía que por la temática
del libro, sería difícil de encontrar. El joven vendedor me comentó que,
efectivamente, ese no lo tenían disponible pero que me podía llevar “el hombre
que calculaba”, que era prácticamente lo mismo. Lo vi con incredulidad y luego
le comenté que no, los libros no son ni remotamente parecidos. Me volví a otro estante y vi el libro que la
novia de mi amigo buscaba. Como nunca me ha gustado escribir vulgaridades me
limitaré a comentar que el libro en cuestión provoca una primera impresión de
que las mujeres fáciles obtienen lo que quieren. Según mi amigo, el libro era
para una tarea así que se lo compró a la señorita dueña de su salario.
Me llevé una gran y agradable
sorpresa al descubrir que también había manga, un género literario originario
de Japón. En otras palabras, comics orientales.
Los mangas presentan infinidad de temáticas ilustradas. Nunca me ha
gustado mucho leer en este formato, ya que un libro se inicia a leer de derecha
a izquierda y de atrás para adelante. Me aturde esa manera de leer y suelo
confundirme mucho, así que opto por evitarlo. El precio era muchísimo menor al
que por lo general tienen estos libros, así que me dije, “regresaré uno de
estos días a comprar”. La feria termina mañana y no iré.
En otro estante se encontraban
libros de pasta dura y de apariencia añeja. Pregunté, al mismo joven que me
perseguía desde hacía varios minutos, si podía tomar una foto al estante, a lo
que él me respondió; “si es una o dos, está bien”. Al final adjuntaré la imagen que capturé.
Seguimos por nuestro recorrido,
vimos libros de portadas que no llamaban la atención. Llegamos a la Editorial
Universitaria donde busqué el libro Redacción Transparente, el cual si
compraría, pero no se encontraba disponible. En la Librería Nawal Wuj compramos
accesorios para celular, elaborados en madera. Había de muchas figuras, ranas,
cerditos, pastelitos, mariposas y libélulas.
Pasamos frente a varios stand,
pero ninguno mostraba algo llamativo. En uno de ellos había cubos gigantes con
cuentos escritos a los lados, supongo que al moverlos uno iba formando alguna
historia aleatoria. Me pareció una gran actividad para realizar con los niños.
Lastimosamente yo trabajo con señoritas, pero veré la manera de aplicar esa
técnica.
Pensé que saldría de la Feria sin
algún recuerdo que de verdad se hubiese clavado hasta en mi subconsciente, pero
no. Casi al salir vi el stand 55, “los libros más pequeños del mundo”. Me gustan las cosas curiosas, así que en
seguida quise tener en mi casa los ejemplares que tenían a la venta. Por
cierto, las muñecas rusas que están dentro de otra, se llaman matrioskas. Regresando al tema. En la selección de libros
están los de cuentos, chistes, poemas, nombres para bebés y la Biblia. Me
habría gustado tener un libro así, yo los llamo “libros bebés”, a todo lo que
tiene un tamaño miniatura le digo “bebé”.
Otra de las cosas que me percaté
es que hay una Plazoleta llamada Luz Méndez de la Vega. En la quinta página del
periódico que me proporcionaron en la taquilla hay un poema escrito por ella.
Me parece que falleció el año pasado. Ella vivía por mi casa. La veía a veces
en el mercado. Ahora que lo pienso nunca la vi sonreír, espero que haya sido
feliz.
Al final, cada cosa que veo me
transporta a recuerdos, así que mi experiencia en Filgua fue una de las mejores
vividas este año. Me permitió recordar muchas cosas y personas cuyas esencias
están ligadas a objetos en mi subconsciente.
Al escribir estas líneas lo hice con una sonrisa, nunca pensé que podría
ligar mi vida personal a una tarea. Gracias.